Miró la cara pálida e inexpresiva de su esposa. «¿Qué te he hecho, mi amor?»
—Sólo quiero hablar contigo —dijo él con rapidez, apartándola de la gente.
Ella miró en silencio la mano con que le rodeaba el brazo.
—Si lo que quieres es que aborte, es demasiado tarde.
Alex quiso echar la cabeza hacia atrás y aullar. Daisy había perdido el bebé y era culpa suya.
—No sabes cuánto lo siento —dijo a duras penas, dejando caer la mano.
—Oh, ya lo sé —dijo ella con una extraña calma, —me lo dejaste muy claro.
—Yo no te dejé claro nada. No te dije que te amaba. Lo único que te dije fue un montón de estupideces. Cosas que no sentía de verdad. —A Alex le dolían los brazos por el deseo de abrazarla, pero Daisy había erigido una barrera invisible a su alrededor. —Olvidémonos de todo eso, cariño. Vamos a empezar de cero. Te prometo que todo será distinto esta vez.


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