—Espero que tu hijo ya esté dentro de mí y rezo para que así sea. Y, asimismo, espero que crezca para llegar a ser un hombre tan magnífico como su padre.
Oírle decir aquello hizo que Sin apretase los dientes. El dolor el anhelo, la necesidad rugieron dentro de él y los ecos de sus grito ­resonaron a través de su alma. No podía soportar aquella agonía: Era abrumadora y amenazaba con hacerlo pedazos.
—No me digas esas cosas —gruñó.
—¿Por qué?
—Porque no soporto oírlas. —Sintió el escozor de las lágrimas ­en sus ojos, pero se apresuró a hacerlas desaparecer. Aunque no quería hacerlo, extendió el brazo hacia ella y le tomó la mejilla en su mano—. No sé cómo amar, Callie. No sé cómo ser el hombre que necesitas.
—Eres el hombre que necesito.
Él le volvió la espalda con un juramento. Las emociones se agi­taban confusamente en su interior. No se atrevía a confiar en Callie. Ahora a ella le resultaba muy fácil decir que siempre estaría a su lado, pero no sentiría lo mismo una vez que él tuviera las pruebas de los crímenes que había cometido su hermano.
Le habían hecho daño tantas veces. Todas las personas que ha­bía habido en su vida lo habían traicionado una y otra vez. Sus her­manos cargaban con la misma culpa que pesaba sobre Draven, por­que cuando Sin había sido sacrificado por ellos cada uno sintió misma punzada de alivio.


Siguiente Anterior Inicio