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Relatos

No tan lejos...

Primera hora y ya quiero volver a casa, odio los lunes y también madrugar. Cierro los ojos y empiezo a hacer mis sueños realidad. Pienso en que Álex, el chico más guapo de la clase y mi obsesión desde hace años, me invita a salir y dice que lleva loquito por mí desde hace tiempo ¿romántico, verdad? Lo simpático es que eso jamás sucederá, nunca nos dirigimos la palabra, no soy popular ni tampoco un bellezón, no soy buena en los deportes. Es decir, no nos parecemos en nada.

Pero por un momento me dejo llevar y pienso en él.

Salgo bruscamente de mi ensoñación, me acaban de golpear con una bola de papel, la abro y veo mi sueño hecho realidad, esta tarde tengo una cita con el protagonista de mi pensamiento, al final resulta que la clase de historia no es tan aburrida…
 Porvenir.
 Me siento, después de una ardua semana de trabajo. No cojo un libro ni enciendo la tele, simplemente me siento en mi sofá favorito, al lado de la ventana con una taza de café,y contemplo el líquido humeante.

Una cosa lleva a la otra, me quedo ensimismada en el objeto y más tarde pienso en mi semana, y en la anterior a ésta, así rememoro los recodos de mi pasado. Satisfecha con mi acción, me arriesgo a intentar labrar mi futuro con suposiciones y deseos. Poco a poco la feliz ensoñación lleva al momento existencialista ¿qué será de los seres a los que amo en los próximos años? Mi lado negativo emerge, comienzan las preocupaciones y lamentos. Todo antes de tiempo. Intentemos vivir el presente, sin querer arreglar lo venidero.

Dejemos nuestro destino en manos del futuro.
 
Triste verdad.
 

Es una noche fresca de verano, estoy arrebujada en mi chaqueta de punto, sentada en la playa. Acaricio la arena, haciendo formas como cuando era una niña pequeña, escucho el silbar del viento que revuelve mis cabellos, oigo el sonido del mar… cómo rompen las olas. Ni siquiera estos fenómenos hacen que me relaje. Estoy triste y confusa,ahora mismo sólo me puedo consolar con esa frase típica: el tiempo lo cura todo. Ojalá sea cierto.

Tengo ante mí un paisaje hermoso, pero no consigo disfrutar porque me falta lo más importante: él.
Podría ponerme a deshojar una flor pero ya se la respuesta que me espera: No me quiere.
 
Aniversario.

Podría estar disfrutando del paisaje de Venecia montada en una góndola, también conociendo las áridas tierras de Oriente Próximo, quizás contemplando las vistas que ofrece la Tour Eiffel… En cambio, estoy sentada en mi modesta cocina con mi esposo, que me ha preparado una cena con todo el cariño del mundo, no es un manjar de los dioses pero a mí sí me lo parece, éste es el sitio más increíble del mundo: estar junto a él. 
En este instante está contemplándome con ojos tiernos, rebosantes de amor, y de repente dice:
-       -   Felices bodas de oro, cariño. Cada día contigo es tan especial como el primero.
Confesiones hechas a tiempo.

Y de repente siento cómo un millar de sensaciones y emotivos sentimientos surgen en mí, cómo se expande una sonrisa ante mis ojos, cómo florece la ilusión y felicidad, cómo revolotean mariposas en mi vientre, cómo se me dispara el pulso… bien podría estar viendo un arco iris ante mis ojos o escuchando el canto de algún ave feliz, este día permanecerá grabado por siempre en mi memoria. Borracho de felicidad digo:

- Pensaba que nunca me lo dirías. Yo también te quiero, princesa.
 
ANHELO.


Mi equilibrio, mi alma, ella es mi mundo.


La observo en las sombras, su belleza prístina me abraza y me desgarra por dentro con deseos prohibidos y esperanzas vanas. Todo en ella es perfecto: Su pelo negro como la medianoche me recuerda a las fugas de los amores prohibidos, a la libertad y la locura todo lo que yo siempre deseé y nunca tendré ; Su risa melodiosa y contagiosa tan mágica como el canto del ruiseñor ; Su boca rosada, cautivadora crea locura en mi mente haciendo sumergir mis inseguridades y demonios más personales;  Sus ojos, tan azules y bellos, capaces de hacer navegar al peor capitán, aptos para hechizar a todo mortal.


 Jamás estaré a su altura, ella no siente lo mismo es imposible, no sufre este torbellino sin salida en el que estoy profundamente metido, no sabe lo que es que el corazón te palpite frenéticamente con sólo una mirada o un simple suspiro. Tampoco deseo que le pase esto, este atroz sufrimiento, esta dependencia absoluta, esta enfermedad sin cura. 


Sin ella mi mundo se derrumba.


De repente me mira, mis ojos se anegan de lágrimas, ella me sonríe y mi mundo se ilumina.


Pero me despierto en mi cama vacía y vuelvo a mi eterna pesadilla.


Marta Fernández. ©
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